Los dos caudillos - 1866

Los dos caudillos - 1866

JOSÉ CASADO DEL ALISAL (1832-1886)

Esta obra está inspirada en un pasaje muy relevante en todas las historias de España escritas en el siglo XIX, síntesis de crónicas contemporáneas y reinterpretaciones históricas: «Después de la batalla de Ceriñola, a la mañana siguiente recorrió el campo el Gran Capitán con otros caballeros, y en él encontró el cadáver del Duque de Nemours (…), y lloró la muerte de tan buen caballero, a quien hizo después honras fúnebres».

La anécdota ejemplifica un aspecto moral, tradicionalmente unido al carácter español, compasivo en la victoria y respetuoso con el adversario que deriva de Velázquez y que ya fue utilizado por el propio pintor en La Rendición de Bailén. Este argumento constituye, sin duda, uno de los aspectos histórico-emotivos que más llamaron la atención de la pintura.

Aunque por su sencillez compositiva y el tratamiento idealizado de los personajes, la pintura supone, en la trayectoria artística de Casado, una vuelta a los principios estéticos de su carrera como pintor, en la órbita de un academicismo tardorromántico, posee una gran calidad. El efectista desnudo masculino, ejecutado con un delicadísimo dibujo, junto al refinado sentido del color y la mesurada plasticidad de los volúmenes con la que está tratada esa parte de la pintura, en el marco sombrío del atardecer, cuyos últimos reflejos destellan a lo lejos, entre las humaredas del final de la batalla, alcanza un intenso sentido poético que va mucho más allá del discurso intelectual en el que se sustenta habitualmente la pintura de historia.

Habitualmente conocido por el título de Gonzalo Fernández de Córdoba en el campo de Ceriñola ante el cadáver del duque de Nemours, este cuadro fue presentado a la Exposición Nacional de 1866 (celebrada a comienzos del año siguiente), donde fue premiado con una consideración de primera medalla.

La obra se expuso, poco después, dentro de la sección española de la Universal de París de 1867, donde no fue acogida con demasiado entusiasmo por la crítica francesa, aunque se reconoció su calidad técnica.

(Extracto de: De Miguel Egea, P. (Coordinadora), de Antonio, T., Reyero Hermosilla, C., Gutiérrez Burón, J., & Solana Díez, G. (1999). El arte en el Senado (pp.252-255). Secretaría General del Senado. Madrid.)