La conversión de Recaredo - senadocultural
ANTONIO MUÑOZ DEGRAIN (1840-1924)
Esta pintura de Antonio Muñoz Degrain representa el momento en el que el rey visigodo Recaredo abjura del arrianismo, hasta entonces la religión oficial de su reino, en presencia de su esposa, la reina Baddo, y del arzobispo Leandro, a la izquierda, coronado por el nimbo de la santidad. El monarca está colocado sobre una plataforma que parece de bronce dorado, en cuya base se lee una inscripción que hace referencia al lugar, la basílica de Santa Leocadia de Toledo, y la fecha de la ceremonia, el 8 de mayo de 589.
Este cuadro le fue encargado al pintor valenciano con objeto de decorar el Salón de Conferencias del Palacio del Senado, donde aún permanece, junto a la Entrada de Roger de Flor en Constantinopla. Con este tema, los comitentes senatoriales quisieron subrayar la importancia simbólica que concedían a la unidad religiosa, impuesta por Recaredo, que en la historiografía del siglo XIX había sido interpretada como la primera manifestación de la unidad de España.
Desde un punto de vista formal, es una obra extraordinariamente audaz en cuanto a su ejecución, aunque responde a la delirante imaginación artística que es habitual en la etapa de madurez del pintor valenciano. La materia pastosa, como dada a brochazos, en la que destacan los estridentes efectos refulgentes del raso carmesí y el amarillo broncíneo, se extiende por todo el lienzo para producir una extraordinaria suntuosidad cromática global, que sugiere una ceremonia misteriosa y alucinante, más allá del hecho concreto que describe. Los elementos arqueológicos no sólo son impropios y anacrónicos, sino que, utilizados con tal desmesura acumulativa, terminan por generar un agobio sensorial, inusitado dentro del género, pero profundamente incardinado en las corrientes finiseculares más avanzadas. Por eso La conversión de Recaredo es una obra excepcional dentro de los parámetros habituales de la pintura de historia, más cerca de la emoción y el delirio, gestados en elementos plásticos, aunque también temáticos, que dé la evocación edificante de un suceso patrio.
El cuadro, que, como otros de la serie, apenas tuvo proyección pública contemporánea (estuvo en la Exposición Universal de París de 1889), fue, no obstante, acogido con extraordinario entusiasmo por los comitentes senatoriales, que acordaron doblar el precio previamente estipulado.
(Extracto de: De Miguel Egea, P. (Coordinadora), de Antonio, T., Reyero Hermosilla, C., Gutiérrez Burón, J., & Solana Díez, G. (1999). El arte en el Senado (pp. 290-293). Secretaría General del Senado. Madrid.)