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Juan Manuel DÍAZ-CANEJA (Palencia, 1905 - Madrid, 1988)
1985. Óleo sobre lienzo, 65 * 93 cm.
La fama de Caneja no es ruidosa, sino discreta, basada en la estimación de una minoría de artistas y conocedores. Pintor de maduración tardía, prosiguió durante décadas, al margen de las modas, una recreación profundamente lírica, casi musical, sobre el paisaje de Castilla. Desde su Palencia natal, donde transcurrió su niñez y adolescencia, Caneja fue a Madrid en 1923 para estudiar arquitectura, pero aquel mismo año, más inclinado a la pintura, comenzó a acudir al taller de Vázquez Díaz (que frecuentaría durante varios años). Muy joven aún, participó en la famosa Exposición de artistas ibéricos de 1925. Pronto entablaría relación con Benjamín Palencia, con quien salió a explorar los alrededores de Madrid, sobre todo el pueblo de Vallecas. Vivió en la Residencia de estudiantes, en el corazón de la cultura vanguardista madrileña. El invierno de 1929 lo pasó en París, trabando un contacto más directo con el arte moderno y en particular con el cubismo. Durante la guerra civil combatió en las filas anarquistas. Después de la contienda se consagró casi exclusivamente al paisaje y en 1945 expuso en la madrileña galería Estilo. En 1948, su compromiso político le costó un proceso y unos años de prisión (hasta 1951). Pero ni siquiera en la cárcel dejó de pintar, y más aún: en aquellos años terribles maduró definitivamente su obra.
Desde entonces, la pintura de Caneja es una interminable serie de variaciones sobre un tema constante: los campos castellanos (sobre todo el paisaje palentino de Tierra de Campos). Sus paisajes nos presentan una región serena, en las antípodas de la Castilla trágica de Zuloaga, por ejemplo. Caneja elimina todo el staffage del paisaje tradicional: las figuras campesinas, los animales y otros accesorios más o menos anecdóticos. Para construir la estructura de sus tierras, aplica las lecciones de Cézanne y del cubismo. Usa el pincel y la espátula para plasmar los accidentes del terreno en un facetado, en una cristalización de densidad variable. Con una paleta muy reducida (tierras, pardos, sienas, amarillos, grises...), a través de unas mínimas diferencias de matiz, Caneja alcanza a darnos todo un mundo expresivo. El mejor comentario de este cuadro serían quizá los versos que él mismo escribió: "Como una liebre veloz y prematura / marcha el otoño, / metido ya en el tiempo, / hacia un solo color." (Texto de Guillermo Solana Díez, en "El Arte en el Senado", editado por el Senado, Madrid, 1999, pág. 382).