retratoDeMujer - senadocultural

Luis FERNÁNDEZ (Oviedo, 1900 - París, 1973)
1953. Óleo sobre lienzo, 115 * 90 cm.
Luis Fernández fue un artista virtualmente olvidado hasta que en 1972, poco antes de su muerte, se celebró una gran retrospectiva de su obra en el Centre National d'Art Contemporain de París. Y, no obstante, es uno de los grandes pintores españoles del siglo XX. Fernández vivió su infancia en Barcelona, donde siguió los cursos nocturnos en la Escuela de Bellas Artes y trabajó en diversos oficios (la joyería, el cuero repujado, las artes gráficas). En 1924 viajó a París y se quedó a vivir allí. Conoció a Braque, Brancusi, Laurens, Lipchitz... y a Picasso, que tanto influiría en su obra. Participó en el movimiento purista de Ozenfant y Le Corbusier, se adhirió al neoplasticismo y expuso con el grupo Abstraction-Création. En la segunda mitad de los años 30 giró hacia el surrealismo y pintó composiciones de un erotismo furioso y algunas de las figuras más feroces de la época. Desde los años cuarenta, su obra se orientó hacia una síntesis entre figuración y abstracción geométrica.
Retrato de mujer (1953) es un tardío pendant del anterior Retrato del resistente (1944-45). En ambas obras se aplica la geometría para analizar y reconstruir el volumen de un cuerpo en planos facetados, cada uno con un valor lumínico cuidadosamente calculado. Fernández aborda la figura femenina sin ninguna complacencia estética trivial. Es una mujer fea, de nariz gruesa, boca hundida y mandíbula prominente. Cargada de espaldas, con un cansancio visible sobre los hombros y en el cuello. Pero ese cuerpo humano, demasiado humano, adquiere aquí una dignidad, una grandeza monumental. La severa vista de perfil -un rasgo arcaizante, que encontramos en las figuras de donantes de los retablos flamencos y en los retratos del Quattrocento italiano- asegura a la retratada un altivo vivir aparte, ajena a nosotros. Por otra parte, el tratamiento monocromo, en grisalla, y los facetados de los volúmenes sugieren una figura esculpida, tallada en piedra (Fernández había cultivado la talla escultórica junto al escultor Georges Gilbert). Así se presta a la figura un aire clásico y atemporal. (Texto de Guillermo Solana Díez, dentro del libro "El Arte en el Senado", editado por el Senado, Madrid, 1999, pág. 378).