Juegos olímpicos

Amador GARCÍA GIMÉNEZ (Caspe, Zaragoza, 1944)

1992. Técnica mixta sobre lienzo, 130 * 130 cm.

Amador García Giménez nació en Caspe (Zaragoza) en 1944, pero se crió en Cataluña, entre Mataró y Argentona. Se inició en la pintura con Josep Tur y expuso por primera vez en la Caixa Layetana de Mataró en 1976. Desde entonces se sucederían sus exposiciones tanto en Castilla (especialmente en Valladolid) como en Cataluña (por ejemplo, en la galería Tertre de Mataró y en la galería Casrey de Barcelona); en Madrid ha expuesto en diversas ocasiones en galerías como Espalter y Fontanar.

Desde los años setenta, la pintura de Amador ha ido evolucionando hacia una poética expresionista basada en un colorismo hacia una poética expresionista basada en un colorismo exaltado y en una superficie pictórica enriquecida mediante el collage de materiales como cartones y arpilleras y telas estampadas. El acento en el plano se entrevera con densas sugerencias espaciales. Como ha escrito el crítico Javier Rubio: En Amador, antes que cualquier otra cosa, existe una natural, intuitiva y prodigiosa manera de entender el espacio, de retorcerlo y exprimirlo mediante la reducción de la realidad a un torbellino de barrocas volutas y motivos geométricos (...) los espacios de Amador se convierten en intrincados laberintos de colores y formas, las líneas de fuga se niegan unas a otras constituyéndose en piezas de un universo ornamental que el artista maneja a su antojo, guiado por su sorprendente intuición, para lograr ilusiones de profundidad insólita, superposiciones y mezclas desconcertantes, súbitas explosiones de color." (Javier Rubio Nomblot, "Amador, misterio y oro", 1991).

Juegos olímpicos, como otras obras de Amador combina la gestualidad abstracta y la escena figurativa. Sobre el fondo de la visión fragmentaria de un Estadio deportivo (el cuadro celebra las Olimpiadas de Barcelona de 1992), con la silueta de un atleta en pleno esfuerzo, cae la catarata de pintura informal, con sus pinceladas agitadas, sus escrituras y todo su despliegue gestual, que en su factura y en sus colores cálidos y originarios (rojos, negros, ocres...) parece un homenaje al informalismo español y evoca ciertas composiciones de Millares. (Texto de Guillermo Solana Díez, dentro del libro "El Arte en el Senado", editado por el Senado, Madrid, 1999, pág. 408).