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Luis LÓPEZ Y PIQUER (Valencia, 1802 - Madrid, 1865)
1855-1859. Óleo sobre lienzo pegado a táblex, 25,3 * 19,9 cm.
Obra depositada por el MUSEO NACIONAL DEL PRADO en el Senado. Donado al Museo por Mario Cottereau María en memoria de su madre, María Dolores María Castellanos.
Desconocidas hasta ahora para la bibliografía especializada, estas obras se consideran bocetos preparatorios para uno de los lienzos de gran tamaño de la colección de pintura del siglo XIX del Museo Nacional del Prado, que retrata un destacado evento contemporáneo, La coronación de Quintana, obra de Luis López Piquer, actualmente depositado en el Senado.
Efectivamente, se identifican con las cuatro figuras más preeminentes del primer término de la composición de la obra, que encarnan a varios de los protagonistas del acto de homenaje. La pose de las cabezas en estos pequeños lienzos parece anticipar la que adoptan las figuras del cuadro definitivo y sus trajes, que son los mismos, están desarrollados con más detalle y ampulosidad en la pintura final. En alguno de los casos, como en el de Hartzenbusch, el pintor añadió además la medalla de Académico en la composición definitiva, aunque no la lleva en este boceto, por lo que cabe aceptarlos como tales.
La obra depositada en esta Cámara fue encargo de Isabel II, quien había sido alumna del famoso poeta neoclásico, para recordar el acto de homenaje que tuvo lugar el 25 de marzo de 1855 en el Senado, en el que se celebraba tanto su señalada producción –apegada a los idearios de la democracia liberal- como su resistente heroísmo patriótico, que le hizo conocer la prisión por orden de Fernando VII.
La gestión de ese encargo, surgido meses después del evento, y de marcado carácter propagandístico, recayó en la Real Academia de san Fernando, aunque se sufragó con fondos del Ministerio de Fomento. Se conoce que Luis López, ganador del concurso con el que la Academia resolvió la designación de un autor, tuvo que superar numerosas dificultades para resolver esta pintura monumental. A la hora de pintar el lienzo definitivo, durante los cuatro años que tardó en llevarlo a cabo, pidió permiso para utilizar el mismo estudio que había sido de su padre –el pintor de Cámara Vicente López Portaña (1772-1850)- en las inmediaciones de Palacio, en concreto en los locales hoy desaparecidos de la plaza de la Armería nº 5, junto al Palacio, debido a la obligación implícita de hacer posar allí a todos los presentes en la coronación, algunos en delicada situación de salud, para lo que en la documentación conservada cita expresamente el caso de Francisco Martínez de la Rosa, “que por su edad y categoría no es de decoro hacerle subir a un andamio”. Allí recibió a cuantos retrató del vivo y después fue incorporando sus efigies al cuadro grande, ubicado en un espacio contiguo que había servido de cochera al arquitecto Narciso Pascual Colomer. Para hacerlo siguió un boceto previo de composición que la Academia había aprobado y que hoy no se conoce. Seguramente estos lienzos respondan al final del proceso de posado, donde cada cabeza quedaba ya bien insertada en el espacio que debía de ocupar en la composición definitiva, adoptada ya su correspondiente posición, aunque serán necesarios futuros estudios para determinar con mayor precisión el papel que jugaron estas obras respecto a la pintura definitiva que hoy guarda el Museo del Prado. (Texto proporcionado por el MUSEO NACIONAL DEL PRADO).