Comunión de los antiguos cristianos en las catacumbas de Roma

Alejo VERA (Viñuelas, Guadalajara, 1834 - Madrid, 1923)

1869. Óleo sobre lienzo, 257 * 359 cm.

El cuadro recrea, en un ambiente oscuro, iluminado tan sólo por la luz de las velas que, sobre un altar a la derecha, sugieren el interior catacumbario, la administración del sacramento de la Eucarística a cuatro mujeres cristianas, en el centro de la composición, mientras otras aguardan, en la penumbra, a la izquierda. La ceremonia está presidida por un sacerdote, barbado y de edad madura, que en ese momento acerca la hostia a una de ellas, arrodillada en primer término, mientras es asistido por otros tres.

Los temas relativos a las prácticas religiosas de los antiguos cristianos se habían puesto de moda entre los pensionados en Roma, que encontraban en ellos una especie de síntesis entre los ideales primitivistas y piadosos del nazarenismo, que, estilísticamente, iban buscando, y las preocupaciones verosímiles y arqueológicas que imponía el gusto de los nuevos tiempos. De todos modos, Vera sintió siempre cierta fascinación por los ambientes de la Antigüedad romana, tanto en asuntos de carácter religioso (por ejemplo, el Entierro de San Lorenzo, Museo del Prado, depositado en el Ayuntamiento de Huesca, en estrecha relación con éste) como en la representación de costumbres familiares, especialidad en la que fue un reconocido maestro.

Es una obra de composición sencilla, muy característica de su autor, que se mantuvo siempre bastante fiel a los principios de la representación ordenada, a la manera clásica. En ella demuestra una buena asimilación del aprendizaje académico: las figuras tienen nobleza y corporeidad. Destaca su extraordinaria habilidad para dibujar los paños y utilizar los efectos de claroscuro. La tenue iluminación produce un efecto misterioso y profundo, muy acorde con el ritual que se está celebrando.

En este sentido, conviene subrayar la conmovedora impresión que el tema, tratado en estos términos plásticos, hubo de producir en el contexto religioso, o genéricamente cultural del siglo XIX. Su carácter sentimental y emotivo se ve reforzado por la condición de mujeres de las comulgantes, que acaso representen a una comunidad religiosa, y, sobre todo, por el carácter clandestino de aquella ceremonia, celebrada bajo tierra, con la única iluminación de unas lamparillas, circunstancia que contribuye a generar una emoción sobrenatural. Esas ansias de trascendencia, tras un tema rigurosamente descriptivo, permite intuir en Vera una cierta proximidad hacia las poéticas simbolistas finiseculares, si bien desde una perspectiva estéticamente muy conservadora. (Texto de Carlos Reyero Hermosilla, dentro del libro "El Arte en el Senado", editado por el Senado, Madrid, 1999, pág. 314).