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Alfonso ALBACETE (Antequera, Málaga, 1950)
1986. Óleo sobre lienzo, 200 * 150 cm.
Alfonso Albacete se dio a conocer con la serie El estudio (1979), donde redescubría, al mismo tiempo que otros artistas de su generación, el placer de la pintura. La influencia del norteamericano Diebenkorn es visible tanto en esta serie como en la siguiente, Levante (1980), integrada por cuadros que, aun siendo abstractos, sugieren ventanas y jardines y todo un luminoso mundo mediterráneo (el mismo donde Albacete había comenzado a pintar, muchos años antes, en el estudio de Juan Bonafé de La Alberca, Murcia).
A lo largo de la primera mitad de los ochenta, Albacete abandona la estructura geométrica y la pincelada constructiva de su obra anterior; los colores vivos son despla-zados gradualmente por gamas más oscuras y la pincelada se vuelve turbulenta, corno la de los neoexpresionistas europeos de ese momento. En los cuadros entran personajes simbólicos como Ulises, Narciso, Absalón, Judith... en una atmósfera misteriosa y premonitoria.
Un viaje del artista por Europa central (Viena, Praga...) en 1985 le inspira una mitología de las ciudades. Calle de Santa Águeda Norte-Sur: Judith pertenece a un grupo de obras de 1986 donde esa mitología se teje en torno a Madrid, ciudad de residencia del pintor. Los títulos de Albacete aluden con frecuencia a los puntos cardinales, dotados de un sentido simbólico. Madrid como encrucijada de caminos: entre Sur y Norte, Este y Oeste. Dos calles del centro donde el artista ha tenido su estudio, San Lorenzo y Santa Águeda, le ofrecen sendos ejes. San Lorenzo encarna la línea Este-Oeste, mientras que Santa Águeda se asocia a la línea Norte-Sur. Esta última expresa el dilema -y el viaje- del artista entre el romanticismo nórdico y las raíces mediterráneas. En el cuadro, el cielo de vibrante azul queda muy alto, como un fragmento entrevisto al fondo de los altos muros, acentuando la claustrofobia e incitando a la nostalgia. La intensa luz divide la calle en dos, mitad de sol y mitad de sombra. Y en primer término, sobre una mesita esquemática que es un sencillo altar, aparecen la cabeza de Holofernes y el cuchillo (la Judith del título está ausente), como signos de un oscuro sacrificio. (Texto de Guillermo Solana Díez, en "El Arte en el Senado", editado por el Senado, Madrid, 1999, pág. 442).