AlfonsoXIIReyDeEspaña - senadocultural

José María GALVÁN Y CANDELA (Madrid 1837 - 1899)
Óleo sobre lienzo, 230 * 142 cm.
Hijo de la Reina Doña Isabel II y de Don Francisco de Asís, Alfonso XII nació en Madrid en 1857, acompañando al exilio a su madre cuando apenas contaba con once años de edad como consecuencia del triunfo de la Revolución de 1868. Tuvo una educación cosmopolita pasando por los colegios Stanislav de París y el Theresianum de Viena para terminar en la Academia Militar de Shandurst de Inglaterra porque Cánovas del Castillo, mentor y líder de la causa alfonsina en España, pensaba que sólo un Rey con una fuerte formación militar podía ser aceptado por todos los españoles, militares y civiles. Desde Shandurst precisamente en 1874 difundió el manifiesto redactado por Cánovas, una especie de declaración de principios exponiendo el papel e ideario de la monarquía borbónica dentro del nuevo orden.
Vuelto triunfalmente a España en enero de 1875, después del pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto (29-XII-1874), Alfonso XII deja muy claras sus prioridades desde el primer momento: la pacificación del país, el apoyo al ejército, y el respeto al orden constitucional. En consecuencia, se traslada al Norte inmediatamente para examinar personalmente las operaciones contra los carlistas, estando a punto de ser hecho prisionero. De camino se gana a los liberales más reticentes al desviarse hasta Logroño para saludar al retirado General Espartero.
La rápida finalización de la guerra le proporciona el sobrenombre de "El Pacificador" -plasmado en el monumento del parque del Retiro madrileño- ganándose el respeto y cariño de los españoles que irá en aumento a medida que el Rey multiplique sus gestos de acercamiento al pueblo para atender y socorrer a las víctimas del terremoto del Sur, las inundaciones de Murcia o para, saltándose el protocolo y las más elementales normas de seguridad, interesarse personalmente por las víctimas del cólera en Aranjuez.
El pintor José María Galván se muestra en este retrato con la misma impericia o más, dadas las características de este retrato oficial, que en los de los Presidentes del Senado. Su condición de grabador queda clara en la precisión de detalles pero las torpezas son también evidentes tanto en la figura del Rey como en la composición. Ésta está poco conjuntada, con los distintos elementos que conforman el "retrato de aparato" -unos tradicionales cual el trono, el cortinón-dosel, la mesa con la corona, que parece milagrosamente suspendida en el aire, y otros supuestamente empleados para ennoblecer este falso espacio palaciego con la absurda ménsula o el angelote rematando la puerta- dispersos en un espacio demasiado angosto porque el mal uso de la perspectiva con la colocación del punto excesivamente bajo lo reduce en lugar de ampliarlo. El monarca está también desfigurado, con un porte más chulesco que marcial, recortado sobre el fondo con notables defectos de ejecución como la mano izquierda que agarra el sable de una manera imposible, aparte de arrancar de no se sabe dónde. Si a ello se une un colorido muy poco armonizado, se comprende que no sea éste precisamente uno de los retratos más ejemplares de la colección del Senado ni de la persona de Alfonso XII. Es más, si se hace caso de la tradición, ni el cuerpo corresponde al monarca borbónico ya que Galván habría aprovechado para la ocasión un retrato de Amadeo de Saboya que no pudo terminar por su imprevista abdicación. (Texto de Jesús Gutiérrez Burón, dentro del libro "El Arte en el Senado", editado por el Senado, Madrid, 1999, pág. 206).